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jueves, 21 de octubre de 2010

Sueños de un Amor

Las hojas caían anunciando la llegada del otoño, pero ya no importaba, que sentido tenia vivir si tu vida se marcho en un avión solo de ida, literalmente; bueno no tiene sentido lamentarse por algo que no puedes remediar.
Sin embargo al ver las desteñidas hojas que caían por las calles del centro de San Bernardo dándole una imagen de postal, frente la Municipalidad, no podía evitar ver su rostro brillando bajo los débiles rayos de sol que se filtraban por las nubes viajeras que pasaban perezosamente por el cielo.
Diana, como una leve brisa de verano renovadora y cálida, llena de promesas y fe , pero sobre todo la promesa de mantener alejada la soledad, que tanto acechaba la puerta de mi vida desde el momento en que pude respirar por mi propia cuenta.
Me senté en una de las tantas bancas que se encontraban en la Plaza de Armas de San Bernardo. Si, esto es lo único que puedo hacer, permanecer en estado de muerto viviente, quizás, pensándolo los zombis existan, pero estos no son muertos que viven, sino vivos que están muertos, que solo pueden hacer es respirar y ver como el mundo avanzaba a su alrededor pero no ser parte de él, siempre al margen, sin embargo me estoy saliendo de la línea de mis pensamientos, por la razón que vine aquí es que necesitaba recordarla, hallar consuelo en un imagen vaga del que algún día fue una época de risas y paz.
Eran mediados de Febrero, en este mismo lugar; si aun recuerdo como si fuera ayer, ella llevaba un vestido vaporoso que se desvanecía a medida que llegaba a sus rodillas, de color crema se ajustaba estrechamente a su cintura y terminaba en un escote pequeño que solo dejaba a la vista un pequeño medallón en forma de corazón con una rosa en el centro, llevaba su cabello castaño perfectamente rizado, suelto que caía alrededor de sus hombros y descendía como una cascada por su espalda.
Cuando la primera vez la vi me quede plasmado, era un ángel que al parecer perdió el rumbo y había quedado atrapada en este mundo terrenal, que se había resignado a vivir en el, pero que a la vez disfrutaba cada momento viviendo en el.
No importa el tiempo que pase el dolor no disminuye, pero con el venia el intenso amor que siento por ella. Ya hace alrededor de un año que no veo su angelical rostro con una mirada llena de vida.
Llevaba un pequeño bolso en donde llevaba un cuaderno de dibujo y unos lápices de carbón.
Se acerco con su contonean te andar hacia mi dirección y se sentó en una de las tantas bancas sombreadas por los arboles que conformaban la plaza, yo me encontraba sentado en medio del césped sombreado y que tenía una excelente visión de ella. Sin perder el tiempo saco su cuaderno y comenzó a trazar bocetos, sobre la acogedora vista que despedía el lugar.
Olvidándome de ella, cosa que no fue fácil, me concentre en mí libro de historia, me gustaba mucho la historia y sobre todo las Civilizaciones Antiguas que se encontraban en Europa, por eso este año me graduaba en la Universidad con un doctorado en Civilizaciones Antiguas.
Siempre este lugar me trajo paz y me daba la sensación de bienvenida, hasta que ella se fue, nada en mi vida volvió a lo que era antes, bueno jamás me gusto mi vida antes, mi madre murió al darme a luz y mi padre era un borracho que la golpeaba continuamente y que ahora se encontraba en la cárcel y con eso dejándome solo, en una casa de adopción; cuando al fin tuve una familia, mis padres adoptivos murieron en un accidente, dejándome solo en este mundo justo cuando creía que alguien me quería. Pero eso había cambiado cuando ella llego en mi vida y le dio un significado.
 Así estuvo Diana, dibujando hasta que de un momento a otro en una de sus inspiraciones ajito su lápiz demasiado y salió volando en mi dirección y me golpeo justo en mi ojo derecho, ella se apresuro hacia mí para saber como me encontraba.
-¿Te hice daño?, déjame ver tú ojo- dijo ella con una voz que un ángel envidiaría, bueno dado que ella es un ángel no era de extrañar.
-Me encuentro bien, no te preocupes- le conteste lo más amable que pude.
-¡¿Cómo quieres que no me preocupe si casi te saco el ojo?!- me reprendió, aunque siendo sinceros estaba siendo melodramática- Ya se,  acompáñame a comer algo, así quedamos a mano ¿Quieres?-Dijo con un tono tan entusiasta que desmentía totalmente en tono con el cual me reprendía.
-Eso no hace falta, no fue nada-No quería decirle que no, pero tampoco podía ir con ella, era un ángel y yo solo una persona que estaba destinada a perder a los que quería.
-No es ningún problema además hace tiempo que estoy aquí y no he comido nada y supongo que tu tampoco ya que llevas más tiempo que yo y no te e visto comer nada-dijo, dejándome impresionado de que alguien como ella estaba consciente de mi existencia.
Con esto dicho agarro mi abrazo y sus cosas y nos dirigimos hacia algún local de comida y nos detuvimos en el McDonald`s, allí hablamos hasta que el sol se puso, me despedí de ella con la esperanza de volver a verla pero sabía que eso sería imposible esto no le pasaba a personas como yo.
A la semana siguiente me dirigí a la Casa de la Cultura, otro de mis sitios favoritos, y para mi sorpresa me la encontré allí, como en la plaza se encontraba sentada en una banca que desde su posición daba una exquisita visión del lugar. Me acerque por atrás y la sorprendí. Y pasamos todo la tarde conversando de cualquier cosa, junto a ella me sentía entero, vivo y me di cuenta que la necesitaba.
Al poco tiempo nos convertimos en mejores amigos y nos veíamos casi todos los días. No había secretos entre nosotros, le explique mi historia y ella la suya, que era muy similar a la mía. Su madre murió cuando tenía seis años y la recuerda muy poco y su padre es un accionista muy prestigiado que viaja mucho y casi nunca lo ve pero la ama muchísimo y se lo demuestra cada vez que puede.
Llego Marzo y con ello la horrible noticia de que se iría a Nueva York a vivir junto a su padre, no quería que se fuera ni ella pero no podía hacer nada. Y en esos momentos descubrí que la amaba y si se iba a ir se iría con el conocimiento que la amaba y que aria hasta lo imposible para reunirnos nuevamente se es que ella quería.
Decidido la cite a que nos encontráramos en el mismo lugar en que nos conocimos, nos sentamos en una de las bancas que daba hacia la Parroquia de San Bernardo, me arrodille ante ella y tome sus manos entre las mías, justo en ese momento el crepúsculo lanzaba una luz mágica que hacía verla más hermosa de lo normal y decidido le dije.
-Se que no nos conocemos lo suficiente como para sentir algo más que amistad hacia el otro, pero con la idea de perderte me di cuenta que lo que siento hacia ti no es amistad, es amor ¡Te Amo Diana! Y si no sientes lo mismo que yo lo comprendo pero no podía perderte sabiendo que no te dije lo que siento hacia ti, y si quieres que nuestra amistad termine lo comprenderé pero me gustaría seguir siendo tu amigo ¿Qué dices?- inspire profundamente y seguí mirando sus ojos de color avellana esperando su respuesta.
Entonces se levanto y me levante justo con ella, me coloco sus manos suaves y cálidas sobre mis mejillas y me beso. En volví mis brazos alrededor de ella y le devolví el beso demostrando todo el amor que siento hacia ella. Cundo termino nos abrazamos y apoyo su cabeza en mi hombro y me dijo al oído.
-Creo que es el discurso más largo que me han dado pero es el más hermoso y también Te Amo Andrés, lo único que me lástima es que me tengo que separar de ti- dijo suavemente.
-Te juro que hallare una forma de volver a estar junto a ti- jure frente a la Parroquia que así seria.
Los siguientes días pasaron rápidamente pasábamos el máximo tiempo juntos y demasiado pronto llego el momento de decir adiós.
Cuando su avión despego me sentía vacio no sé cómo logre seguir pero la esperanza de volvernos a ver fue lo que mantuvo en pie y evito que me dejara caer y llorar por mi amor perdido.
El cielo arriba mío comenzó a oscurecerse peligrosamente avisando que la primera lluvia del otoño venia en camino. Me levante de la banca en donde estaba sentado y me dirigía a irme a casa pero al oír una voz que conocía a la perfección diciendo mi nombre me detuve inmediatamente, el corazón me comenzó a sonar alocado, solo esperaba que no fuera una alucinación creada por mi cerebro.
Me gire muy despacio con miedo de que si lo hacía muy rápido se fuera. Y ahí estaba la razón porque vivo, parada en medio de la vereda mientras las primeras gotas de lluvia pegaban sus perfectos rizos a su rostro y con una sonrisa que paraba el corazón de cualquier hombre, pero no estaba dirigida a cualquier hombre, estaba dirigida solo a mí.
Fin.